Como cualquier otro pueblo o aldea de la geografía canaria, Maspalomas, al estar tan aislada, las relaciones sociales eran muy frecuentes e intensas en el marco de la familia, de la amistad y de la solidaridad vecinal; sentires profundamente arraigados entre sus gente que, tras la dura tarea de la labranza, buscaban el pretexto para el rato de tertulia y el esparcimiento y, para esto era una opción perfecta las desaparecidas Tiendas de Aceite y Vinagre.
Por Pedro José Franco López
Roque Nublo de Gran Canaria/2020
A la mujer -desafortunadamente- los cánones de la época le condicionaban a proseguir con las tareas cotidianas de la casa y el cuidado de los hijos, aunque siempre encontraba pretexto para iniciar la charla y la conversación más animada con amigas y vecinas.
Principalmente, en este artículo, nos centraremos en las llamadas "Tiendas de Aceite y Vinagre", que en la mayor parte de los casos, adquirían el sobrenombre de la dueña o dueño que la regentaba; por ejemplo en el caso que nos ocupa, en Maspalomas, teníamos: la de Agustín Rivero, la de Rosita Sánchez, la de Juanito Artiles, la de Mateíto, Antonio Romano y Lola Pérez, etc.; de igual manera existían en las ciudades y capitales, dónde cada calle era todo un pueblo en sí misma, en torno a las cuales existen un sinfín de leyendas, imposibles de abarcar en este Cuaderno Etnográfico, ni en cualquier otro documento.
Hablamos de aquellas Tiendas de "a fiao", dónde la vecindad derrochaba honradez y confianza, que no había mejor contrato que la palabra y podías realizar tu compra semanal o mensual y pagarla al final de la zafra o, cuando buenamente el bolsillo pudiese.
A pesar de sus reducidas dimensiones, no tenían nada que envidiar a las modernas y grandes superficies, pues en ellas se podía comprar desde unas alpargatas de esparto, hasta un kilo de millo para las gallinas, pasando por baldes o regaderas de hojalata, un litro de “petróleo”, para el quinqué, una cuarta de aceite o medio kilo de azúcar; no existían las Almacenes Quillet, dónde podías encontrar "desde un alfiler hasta un elefante", pero el slogan bien que les valía.
Las Tiendas se solían montar en una de las habitaciones de la casa, cuya puerta diera a la calle y, en el interior predominaba la presencia del mostrador, algunos con expositores de cristal incorporado; sobre el mismo, además de los antiguos dispensadores de aceite y petróleo (a manivela), estaba también la báscula o balanza y pesas de un kilo, medio kilo, un cuarto, cien gramos y cincuenta.
Encima del Mostrador y, a una considerable altura pendían chorizos y morcillas; las luces de carburo, alguna cocinilla de fuelle y sus destupidores, ristras de estropajos de esparto "Pedro Mocillo"; este espacio también era el idóneo dónde colgar el mosquitero; una tira larga adhesiva (pegajosa) de color miel, dónde quedaban atrapadas las moscas.
A destacar que, en fechas claves, aparecía un tendido-expositor extra de tomiza (de fibra de esparto o pita) de dónde colgaban "artículos de temporada"; en verano: Palas y cubitos de plástico; en Carnaval, algunas máscaras de cartulina o cartón duro; Muñecas y Pistolas de pisto por Reyes y en Navidad, espumillones (color plata y dorados) y bolsas pequeñas con bolas; recordemos, al menos así era en mi casa, que la única decoración navideña consistía en colocar en cada cuadro o esquinero, una tira de espumillón con una bola atada en cada extremo; el árbol de Navidad se resistió a llegar a las modestas casas del sur grancanario.
Las Tiendas, generalmente, tenían dos trozos de mostrador; uno para despachar la compra a las mujeres (y niños) y el otro para el coperío de los hombres: Ron, Vino (blanco, abocao y dulce), Botellines de Cerveza Y "coñales): Terry, Veterano o Soberano (malla blanca o malla amarilla); de tapa: Queso (duro y semiduro), cubiertos por una fina tapadera de tela metálica; Chochos, aceitunas -de las escachás- y pan bizcochado; las charlas y discusiones entre los hombres solían subirse de tono, pero la algarabía iba mermando, o se convertía en silencio (por respeto), cuando llegaba a comprar alguna mujer y, los sábados, después de la paga, si éstos tardaban en llegar a casa, venía algún chiquillo a tirar del pantalón o camisa a su padre, por encargo de su madre; es por eso que, en aquellas tiendas que, se lo podían permitir, solían estar divididas por una mampara en las que a un lado estaba la tienda y, en el otro un pequeño bar; tal separación obedecía al hecho de que estaba mal visto que las mujeres entraran en los bares o lugares donde los hombres pasaban sus ratos de ocio y camaradería..
Habían excepciones, en que ese segundo mostrador para "echarte un pizco" no era tan necesario, pues anexo a la tienda disponía de un espacio con mesas para los juegos de cartas y dominó y, dónde desfilaba el queso semiduro y las sardinas ahumadas (aquellas que se vendían en cajas redondas de madera). Estos "casinos", hacían que convivieran en el verdadero sentido de la palabra, los criollos maspalomeros con la variada vecindad de las Cuarterías de los alrededores, dónde habitaban las familias del centro y norte de la isla, que venían sólo por temporada de zafra tomatera.
De todas las que hubieron en Maspalomas y alrededores, destacar "La Cantina de Los Artiles", que se construyó en el año 1.953 y, al ser paso obligado de toda la chiquillería del pueblo, camino de la Escuela Nacional, que estaba justo dónde hoy el Hotel Buanaventura Playa, estaba suministrada de toda clase de chucherías. como: Pastillas "Koki", Chicles "Bazooka", toda clase de cuentos infantiles (de Hadas, Princesas y Pistoleros); hasta los más solicitados: "El Jabato", el "Capitán Trueno" y los de "Hazañas Bélicas".
También contaba con un "cafetín" muy popular y esencial en la vida cotidiana del Pueblo, y es que allí mismo era dónde hacía su única parada, al atardecer, el "Coche de Hora", que traía además de la prensa del día, los encargos que le hacían algunos vecinos al chófer, para su adquisición en la capital, por ejemplo: medicinas.
Además, también allí mismo, al otro lado de la carretera es dónde partía hacia Playa del Inglés una pista de tierra, cerrada por una cadena -con candado-, y los que deseaban acceder a Playa del Inglés, en coche, había que pedirla al Mayordomo del Conde. Y no es que estuviera el acceso a la playa prohibido, se podía ir caminando, en moto, en bicicleta o en burro, como lo hacían los mayores del pueblo.
Sobre las tan traídas y llevadas leyendas urbanas sobre la "llave de la cadena" y que si el conde prohibía el acceso a las playas; era, sencillamente, por controlar quién entraba y salía de "sus" terrenos, para que no le estropearan las tierras y las plantaciones de árboles frutales. (cosa que, en aquellos tiempos, resultaba obvio y razonable).
En las décadas de los años 60 y 70 del siglo XX, fueron desapareciendo estas Tiendas; incluso las de las cuarterías, al ir desapareciendo también la industria tomatera y, van surgiendo progresivamente los mini mercados, Supermercados, Centros Comerciales a más no poder y, finalmente las grandes superficies.
Es por lo que queremos poner en valor algunos vestigios que nos quedan de aquellas entrañables Tiendas de antaño, que mantienen de manera quijotesca los hijos y nietos de aquellos célebres emprendedores; más por amor propio y espíritu empresarial heredado, que por el negocio en sí que, como todos sabemos está de "aquella manera".
Fina Franco Artiles, hija de Anita Artiles y Antonio Franco, a su vez, hijo de Carmita Afonso, la Vda. de Franco, lleva adelante como una "jabata" el "Bazar "Franco" en la popular Plaza del Hierro en San Fernando de Maspalomas; muy cerca de dónde su padres regentaron el"Bar de Antonio -el cojo-", conocido como así por una herida de guerra. Este Bar era célebre e imprescindible Punto de Encuentro de jornaleros locales y lcamioneros en tránsito desde todos los puntos de la isla hacia Maspalomas y, al revés.
El aliciente para la pollería local lo ponía una sala de Futbolines, anexa al Bar, de necesaria cita los fines de semana y, dónde íbamos los domingo a comprar una peseta de mantequilla.
De aquella Tienda, señera en El Lomo de Maspalomas, (la de Mateíto); una de sus hijas -la sra. Otilia Perera- mantiene como"bastión"un Supermercado en San Fernando de Maspalomas e incluso, en unas "tierrillas" que posee, cultiva frutas y verduras y cada domingo, junto a su esposo, monta mesa y toldo en el Mercadillo Agrícola de San Fernando de Maspalomas, para ofrecer a turistas y lugareños los productos que ellos mismos cosechan.
Aún recuerda Otilia con añoranza la Tienda que regentaban sus padres; pero ha sabido adecuarse a los nuevos tiempos y, alternar el gofio canario (del Molino de Vitorianito) con los paquetes de "Corn Flakes de Kellogg's" y los estropajos y el tierra/sol, con los productos de "Míster Proper".
La Tienda de Mateíto Perera y Marcela Ojeda, tenía una gran y variada clientela, no en vano, además de la población del caserío de El Lomo, estaba rodeada de Cuarterías de Aparceros, como las de Míster Pilcher, las del Lomo Perera, don Juliano y otras. También y por razones obvias, era la que más empleaba el sistema de ventas"de a fiao"; o sea que, salvo algunas cantidades entregadas a cuenta, Mateíto y su esposa Marcelita, cobraban la deuda una vez finalizada la zafra tomatera.
De esta Tienda tengo bastantes experiencias personales, pues mi familia, hacía ahí la compra y es que además, íbamos al Lomo a por leche y suero al corral de Pinito Rodríguezy, con la burra, a por agua limpia y potable; no quedaba otra, pues cuando esta agua pasaba por la acequia -junto a mi casa-, ya había pasado por unos 3/4 lavaderos y su potabilidad no estaba garantizada.
Como decíamos, frecuentábamos muchísimo esta Tienda y recuerdo el arte que tenía Marcelita en hacer los envoltorios con papel-basto y cuando mi madre me decía:"Periquillo, vete a ver si las gallinas ya pusieron, p'á que vayas a la tienda";quería decir que, con los huevos que encontrara, los canjeaba por comida y otras necesidades de la casa; también hay que decir que, a veces y por mi cuenta iba al gallinero, cogía huevos e iba al Lomo a por "chistes", que era como le llamábamos a los comics de "El Jabato", "El Capitán Trueno" y otros.
El dinero que lográbamos de nuestros padres (un duro ya era cosa seria), casi siempre provenía del canje de huevos por dinero en las Tiendas y, nos daba para comprar la entrada al Cine de Lata "El Tripita seca" y algunas chuches en la Tienda de Amelita Rodríguez, si sobraba según Roberto Rivero, se "invertía" en un bocadillo de pan calentito y: "la mantequilla te -escurría- por las manos".
No existía en la década de los cincuenta del siglo XX el término "emprendedor", pero desde la perspectiva de hoy en día, retrata con total fidelidad a Agustín Rivero Miranda, el segundo de los hijos de Periquito Rivero y Anita Miranda. El matrimonio de Agustín Rivero y Pino Rodríguez tuvo seis hijos: Marisol, Ani y Roberto -son gemelos-, Pedro Agustín (el tinta), Cialo (karana) y Conchi.
Su ingenio por los negocios hizo que al mismo tiempo que la Tienda, regentaba una Gasolinera, el único Teléfono que había en Maspalomas, el suministro de Bombonas de gas; y le sobraba tiempo para, los fines de semana, hacer de chófer a la pollería local, para llevarlos al cine de Arguineguín o del Tablero; haciendo los viajes de ida y vuelta que hicieran falta.
Si algo hay que reconocerle a Agustín Rivero, es la capacidad de emprendedor que tenía y cómo inculcó a todos sus hijos ese espíritu de supervivencia con el propio esfuerzo; espíritu que éstos también han transmitido a sus propios hijos (nietos de aquellos) y que demuestran, día a día ser alumnos aventajados de sus padres y abuelos.
Así tenemos hoy en día la Dulcería "La Rosa de Oro" que fundó y regentó su hija Marisol Rivero junto con Lorenzo Lara (una de las más populares de Maspalomas y su zona turística); el "Bazar Ani", comercio archiconocido dentro y fuera de Gran Canaria, que fundó y regentó otra de sus hijas: Ani Rivero -ya jubilada- junto con Salvador Armas y que ahora lo hacen sus propios hijos: Mayte, Agustín y Yamilé; establecimiento imprescindible todo el año por su Mercería y, en épocas puntuales, como:; Carnavales; Halloween; Navidad; Romerías, Desfiles del Orgullo o GayPride y Fiestas de todo tipo.
En lo que respecta a Roberto y Perico "el Tinta", ya disfrutan de una merecidísima jubilación, regentaron la Gasolinera pionera en Maspalomas, que ahora lleva a cabo el menor de los varones, Marcial Rivero -Cialo-; hasta aquí, sólo un pequeño bosquejo de una historia, que los descendientes de la familia Rivero-Rodríguez, se encargan, felizmente, de ir complementado día a día.
LA TIENDA DE ANDREÍTA Y EL ACTUAL "SUPERMERCADO "AROSAN".De la Báscula analógica en Cuarterías a la digital en Supermercado propio.
Recién cumplidos sus 50 años de existencia en su actual emplazamiento (el Poblado de San Fernando", el Supermercado "Arosan" viene a ser la secuela se aquellas Tiendas que existían en las Cuarterías de Aparcería.
Cuando recalan en el pueblo de Maspalomas, a Pepito Santana y Andreíta Trujillo no les era ajeno el oficio, porque ya traían la mochila llena con las experiencias y vivencias adquiridas en las otras Tiendas que tuvieron, la primera de ellas en los años 1955 y 1956 en las Cuarterías de "Las Carpinteras" y durante diez años (de 1960 a 1971), en las Cuarterías de "El Gavioto" (inmediaciones de Barranquillo del Horno).
Y si interesantes y de alto valor historiográfico eran las Tiendas de los grandes pueblos y ciudades; mucho más, y con diferencia, eran las Tienditas de las Cuarterías; dónde se cultivaba historia de la buena, anécdotas de las excelentes y dimes y diretes de lo más exquisito.
Sus hijos Andrés y Roque recogieron el testigo de manos de sus padres y, a día de hoy, regentan orgullosos un Supermercado que conserva intacta la esencia de aquellas entrañables Tiendas de Aceite y Vinagre que le precedieron en el tiempo y nos muestran orgullosos las pesas, que había que llevar cada año al Ayuntamiento cuando venía un inspector, para calibrar el peso; dejando constancia en la parte baja de cada una de ellas el cuño estampado sobre estaño; además, conservan aquellas medidas de capacidad para líquidos, que se denominaban "el Cuartillo", el listón cuadrado de un metro, para medir cintas y otros enseres de mercería y, en relación con la mítica Báscula que guardan con celo y que hace de logo del Supermercado "Arosan", nos dicen que, en su bandeja de latón, llegaron a pesarse algunos recién nacidos de El Poblado que, hoy en día, peinan canas y son hasta abuelos o abuelas.
Cada Tienda tenía su perfil y era popular por sus especificidades, por ejemplo la de "los Monzones", por tener también la Sucursal de Correos y dónde podíamos encontrar a doña Severiana Monzón, funcionaria del estado en Las Palmas y que "arreglaba los papeles" de los vecinos que se lo solicitaban. La Tienda-Bazar de Salvadorito y Mariquita Ramírez, por sus "chuches" -al estar cerca de la Escuela- y, por sus futbolines que hacían la delicia de la chiquillería del Poblado; la de Belencita, por lo entrañable y por el artesonado de sus techos y por los documentos antiquísimos que atesoraba, por ejemplo los recibos de pago de Contribuciones Territoriales a la Provincia de Canarias, "Pueblo de San Bartolomé", de finales del s.XIX o los Libros de Cuentas (de Diario y Mayor) de las ventas "a fiao", que nos ha obsequiado sus propietarios actuales.
Hasta aquí una modesta semblanza de lo que fueron en su día las entrañables Tiendas de Aceite y Vinagre (las de "fiao"), estoy convencido que muchos tendrán otras vivencias al respecto, mucho más enriquecedoras, pero cuando hablamos de "los oficios tradicionales desaparecidos en Canarias", en Maspalomas adquiere doble valor por aquello de que había que derribar todo por imperativos urbanísticos, arrasando de paso todo vestigio histórico y etnográfico; esperemos que esta pequeña contribución, con mucho de biografía, sirva como ilustración.
Este tipo de establecimientos forman parte de nuestra historia y nuestra cultura, siendo un referente de una sociedad que ha sido la antesala de lo que estamos viviendo hoy en día; fueron Puntos de Encuentro, Convivencia e Intercambio Intergeneracional, hoy en día suplidos por Facebook e Instagram y, a eso, no se nos ocurre otra cosa que llamarlo: "Progreso".
Maspalomas, para ser un pueblo -aparentemente pequeño-, que formaba parte de aquel sur aislado e incomunicado que, al estar tan retirado de la "civilización o mundo conocido", era una isla dentro de otra isla; contaba con innumerables lugares que invitaban a la convivencia vecinal; incluso el propio pueblo: Maspalomas, tenía en sí mismo su espacio eminentemente urbano o centro neurálgico: los alrededores de la Casa del Mayordomo, la Ermita, la Casa de Srta. Candelaria y La Fonda de la Vda. de Franco; luego estaba lo que pudiéramos llamar "el extrarradio", o sea, caseríos, como: El Charco, el Lomo, Buenavista, Lomo Perera, La Burras, Berriel, incluso hasta El Tablero, que ahora cuenta con suficiente identidad propia, oficialmente era reconocido como El Tablero de Maspalomas. Todo ello, además de las Cuarterías que salpicaban todo el territorio sureño.
Podemos estar hablando de que, en este entramado de núcleos poblacionales, habían una gran cantidad de Tiendas; incontables Bares; varias Barberías; algunos Molinos de gofio; dos Escuelas Nacionales; además de unas 10/12 "Escuelas domésticas", de aquellas en las que voluntariosos personajes, enseñaban a los niños a leer, escribir, las cuatro reglas y poco más.
El punto de encuentro de las jóvenes de las cuarterías de aparceros y de las chicas del pueblo era La casa de Josefita López, -mi madre-; en las amplias habitaciones de su casa de labranza y, en el gran patio de lajas, bordaban -y marcaban- su ajuar de bodas; se impartían clases de Costura, Bordado, de arreglo de carreras en medias, además de enseñar a los hijos de las alumnas a leer y escribir. A todo esto, Josefita López, asistida por mis hermanas Trinidad, Olga y Eduvigis, estaban hasta altas horas de la madrugada, a la luz de las velas y las luces de carburo, confeccionando hermosos trajes -por encargo y elegido por la propia interesada-, que venían a ser copias exactas de los que ofrecían las revistas "Para Tí", "Mundo Gráfico", "Blanco y Negro", "ABC", etc; el "Burda", "Semana" y "Hola", llegaron algo más tarde.
Mención aparte merecen aquellos establecimientos que fueron auténticos pioneros de la industria turística de Maspalomas Costa Canaria, como: la Fonda de la Vda. de Franco en Maspalomas, el Bar Casa-Lola en El Charco, Casa Serafín en Meloneras y Restaurante "Mercurio" (Casa de Veguita); en la Carretera del Faro, ahora Avda. de Colón; dónde comían los técnicos de las Operaciones de la NASA: "Mercurio y "Géminis".
Fiestas y Bailes en la Maspalomas de antaño.
Además de las modestas Fiestas patronales que ni siquiera tenían "voladores", por la cercanía de la Era y los Pajares del conde; se contaba con la Sala de Baile de la Sociedad de Pedro Vega, en el Tablero, por dónde desfilaron las mejores orquestas del archipiélago.
De manera periódica y también espontánea, eran frecuentes los Tenderetes y Fiestas de los años 50 y 60 del s.XX; predominando los que se hacían en el “Bosque”, bajo el “Árbol Bonito” o, incluso, en el "Patio interior del Faro", en los que nunca faltaban el timple y la guitarra. Los más sonados, los que ofrecían los mayordomos del conde, Marcial Franco o Enrique Jorge, a la flor y nata de la capital, que venían a Maspalomas elegantemente trajeados y, con espectaculares coches de época.
También estaban aquellos célebres Bailes de cuerda en las casas y tiendas en los que bastaba tener un patio o habitación algo amplia, para formar la juerga y dónde los "cantares picaos", podían generar serias peleas que terminaban con el baile; célebres los Bailes en el patio de la Tienda de Juanito Artiles, en Buenavista.
Secuelas de aquellos célebres Bailes, nos llegan «las reuniones», en casas particulares que, al igual que a la antigua usanza, se apartaban muebles y aparecía una "espléndida" pista de baile; alrededor de un modesto tocadiscos y, como siempre: el patoso, que no ligaba, hacía de "DJ".
Las tertulias en “La Prensa” -enorme viga de madera-, casi tan larga como "La Casa de Srta. Candelaria", (dónde estaba ubicada); era el lugar que había que frecuentar asiduamente por quien quisiera estar al día de los últimos acontecimientos rumores; (Ja! y dicen que los hombres no somos cotillas.)
Mención aparte merecen el cine de lata “Tripita Seca”, espacio de encuentro de los jóvenes en dónde el acomodador imponía el orden y el silencio valiéndose de una larga vara de caña y “El Paseo” de la juventud (en edad de merecer), los domingos por la tarde y que propició tantos noviazgos y matrimonios, que aún hoy en día viven y rememoran muchas anécdotas.
"El Paseo" discurría por la Carretera llamada "del Estado" -para diferenciarla de la paralela, que era el "Camino del Conde" y limitaba por un lado con "El Portillo" y por el otro con "La Cantina".






















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