Acabo de terminar de ver la película La gran ambición, basada en la apuesta política del líder del Partido Comunista Italiano entre 1972 y 1984, Enrico Belinguer, por el denominado “compromiso histórico”. Se trataba de un acuerdo entre los comunistas italianos y la democracia cristiana de Aldo Moro que giraba en torno a la necesidad de confluencia entre ambos espacios ideológicos para, según Belinguer, sobrepasar la capacidad electoral de los comunistas y avanzar en el modelo reformista socialista en el que creía. Un pacto amplio y transversal que buscaba desactivar la influencia de los extremismos en la vida política italiana y asegurar los pilares democráticos.
La gran ambición me trajo a Canarias, tanto por sus diferencias con la política de hace tres décadas, como por sus similitudes con el contexto histórico actual.
En el año 1993 se produjo en Canarias nuestro propio “compromiso histórico”. En el campo político de los partidos denominados de “obediencia canaria” se dio un particular proceso de confluencia para sacar adelante una moción de censura al por aquel entonces presidente del Gobierno de Canarias, el socialista Jerónimo Saavedra.
Los principales partidos promotores de aquella moción fueron las Agrupaciones Independientes de Canarias (AIC) del tinerfeño Manuel Hermoso, conglomerado de partidos insularistas de corte liberal y conservador con destacada presencia de exalcaldes de la extinta UCD; e Iniciativa Canaria (ICAN), partido que aglutinaba a la izquierda canaria de los poscomunistas clásicos y los autodeterministas, así como importantes sectores con origen en el cristianismo progresista.
Lo que ocurrió posteriormente es ampliamente conocido. Se aprobó la moción de censura que desbancó a Saavedra y se constituyó Coalición Canaria, con un marcado perfil nacionalista e interclasista, acaparando el poder desde 1995 hasta la actualidad (salvo en la etapa del pacto de progreso) y con una presencia en las Cortes Generales que ha ido disminuyendo gradualmente con el paso del tiempo.
Este “compromiso histórico” entre las AIC e ICAN (junto a Asamblea Majorera, Agrupación Herreña Independiente, el PIL y el Centro Canario Independiente de Lorenzo Olarte) se produjo en gran medida gracias a un contexto histórico concreto. La última década del siglo XX estuvo marcada por la caída del Muro de Berlín en el año 1989 y la consecuente disolución del régimen de la URSS. Como teorizaron autores como Fukuyama en su “fin de la historia”, o antes Daniel Bell con el “fin de las ideologías, el avance del modelo político liberal y el colapso de las tesis marxistas daban al sistema capitalista una hegemonía cultural y política que forzaba a los bloques ideológicos históricos y, por ende, a los partidos políticos, a moverse hacia el centro, la moderación y la economía de mercado. Ya no había dos modelos económicos y políticos, sino una hegemonía del modelo liberal.
En Canarias, este contexto histórico fue determinante para que fuerzas políticas históricamente enfrentadas pudieran converger. Pero el contexto por sí solo no es suficiente, y se necesitaba de un conflicto y un antagonista. Este se visualizó en el Estado español (o Madrid) en relación con el trato que recibía Canarias en asuntos que iban desde el REF y la financiación autonómica a las inversiones en carreteras en las islas, entre otros.
Además, existía entre la población una demanda de mayor autogobierno, dado que la autonomía no conseguía despegar y aún se mantenían muchas problemáticas heredadas de décadas de pobreza, analfabetismo y atraso económico. Es decir, la chispa que encendió el “compromiso histórico” canario fue fundamentalmente materialista y utilitarista, y así se constató posteriormente en la cultura política que se construyó en torno al denominado nacionalismo moderno, que sigue vigente en todas sus vertientes a derecha e izquierda.
Con la victoria de CC en 1995 se dio paso no sólo a un sistema político centrípeto y simplificado en su oferta partidista (prácticamente eran tres grandes partidos, PSOE, PP y CC), sino a una suerte de cultura de consenso y moderación, en algunas ocasiones desvirtuada por las típicas mociones de censura y las cuitas locales pero, fundamentalmente, con un orden previsible y estable: CC como pivote entre los dos bloques ideológicos gracias a su posición moderada y a su carácter interclasista, oscilando en su apoyo a populares o socialistas en Madrid en función del contexto y asegurándose ser imprescindibles para la gobernabilidad de España mientras mantenían el poder en Canarias.
Ni la ruptura de CC en el año 2005 y el nacimiento de Nueva Canarias; ni el cambio en el sistema de partidos en 2015 con la aparición de Podemos y Ciudadanos; ni tan siquiera con el pacto de progreso entre PSOE, NC, Podemos y ASG (2019-2023), que rompió con 26 años de gobiernos de CC, consiguieron revertir ese pacto no escrito de moderación, centrismo y estabilidad política y económica. Esto da cuenta del éxito del “compromiso histórico” canario surgido en 1993 en comparación con el italiano de Belinguer. Esta capacidad para perdurar en el tiempo y resistir a los cambios coyunturales se produjo mientras seguía viva la hegemonía liberal.
En la actualidad, se está iniciando un debate en torno a una supuesta vuelta al “espíritu del 93” promovido precisamente por su hasta ahora valedora, la propia CC, junto a los desertores de la izquierda canaria. Una apuesta que resulta anacrónica en el contexto histórico que nos está tocando vivir. Me explico.
Algunos teóricos han convenido en que estamos ante el colapso del sistema liberal y capitalista tal y como lo conocíamos. Este colapso, o mutación extrema, hunde sus raíces en la crisis ecológica, en la evolución digital que transforma los hábitos y las relaciones humanas, en el estancamiento económico capitalista occidental y la supremacía china y, fundamentalmente, en la disputa entre democracia y autoritarismo.
Si, como decía el politólogo Samuel P. Huntington, a una “ola democratizadora” le sucede una “ola de retroceso”, es más que evidente que a la tercera “ola democratizadora” de finales del siglo XX la están sustituyendo los postulados antiliberales y autoritarios. Los principales consensos establecidos durante décadas de democracia liberal -pluralismo político, separación de poderes y globalización- chocan con la polarización política y social, el lawfare y el etnocionalismo reaccionario y populista de la extrema derecha.
Una de las consecuencias de este nuevo tiempo es la aparición de partidos políticos marcadamente autoritarios, reminiscencias de los antiguos partidos fascistas del siglo XX. Ejemplos hay varios, pero por poner algunos casos concretos, hablamos de los Hermanos de Italia, de la primera ministra Georgia Meloni; Alternativa por Alemania; Reagrupamiento Nacional, en Francia; y Vox, en España. Todos ellos comparten una agenda antiliberal, xenófoba y autoritaria. Lo vimos, por ejemplo, con la barbaridad de Santiago Abascal señalando que había que hundir el barco humanitario Open Arms.
En el ámbito canario, la ruptura con el modelo anterior de moderación y la constatación de que estamos ante una nueva gramática política se evidencia en el hecho de que CC haya facilitado la entrada del fascismo -es decir, Vox- en instituciones tan relevantes por su peso poblacional y económico como los ayuntamientos de Teguise, Arona y Granadilla de Abona. Para algunos, este hecho pudiera suponer algo anecdótico por su carácter local, pero a mi entender, sugiere un punto de inflexión que rompe con los consensos y el equilibrio ideológico que la propia CC ha llevado como bandera.
¿Alguien puede imaginar a Aldo Moro abriéndole las puertas de las instituciones al MSI neofascista italiano de la época? ¿A ICAN pactando un “compromiso histórico” en 1993 si las AIC se hubiesen apoyado en Fuerza Nueva? ¿Por qué creen que el PNV, partido histórico democristiano y liberal, ha descartado pactar con el PP mientras siga apoyándose en Abascal?
No me cabe duda de que CC ha interpretado el cambio de época y lo ha hecho en dos fases. Por un lado, blanqueando a Vox al permitirles la entrada en las instituciones locales para, a medio plazo, reforzar el bloque de la derecha en 2027. Así, han intentado normalizar que el fascismo pueda ser socio de gobierno a nivel local -sin descartar, en absoluto, que se amplíe a otros ámbitos-.
La segunda fase, promoviendo la ruptura de NC-bc y creando una versión blanda de un supuesto nacionalismo progresista, precisamente para construir un falso relato de la vuelta al “espíritu del 93”. Digo falso relato porque la unión de los desertores de la izquierda canaria con CC no tiene nada que ver con el “compromiso histórico” de los 90. Primero, porque los líderes desertores han interpretado este contexto histórico en las mismas claves que CC, hacia el conservadurismo y el pragmatismo y no harán de equilibrio ideológico alguno –¿o por qué creen que un alcalde de Roque Aguayro se puede permitir decir que no son “ni de izquierdas ni de derechas”; o incorporar a sus filas a un clan familiar como es Ciuca que gobierna la ciudad de Telde con Vox?- . Y, en segundo lugar, porque su prioridad está en el poder a toda costa, por encima de las ideas y de la transformación social que presupone debe tener un compromiso como este.
Con todas las contradicciones de la política, NC-bc ha conservado parte del espíritu de la izquierda canaria nacionalista en torno a valores y principios, entendiendo que existen momentos históricos donde toca posicionarse. En el 93, muchos de nuestros compañeros lo hicieron apostando por un “compromiso” que jamás desligaron de sus ideas progresistas, como el propio Berlinguer, y que abandonaron cuando CC tomó rumbo a la derecha y cedió su acción política a la oligarquía canaria.
Hoy, a esta nueva generación de la que formo parte, también le toca imaginar su propia “gran ambición”. No será como el de Belinguer ni como el de 1993. Estará en consonancia al contexto que nos ha tocado vivir, con sus virtudes y sus defectos, pero teniendo claro que primero va la democracia y la mayoría social del pueblo canario. Que debemos luchar en contra del autoritarismo, el fascismo y la oligarquía. Que tenemos claro en qué lado de la historia queremos estar. Hagámoslo posible entre las fuerzas que nos denominamos progresistas, de izquierda y de obediencia canaria. Las que no cedemos al chantaje ni a los cantos de sirenas.
Ayoze Corujo Hernández, secretario nacional de Organización de Nueva Canarias-Bloque Canarista.
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